martes, 8 de enero de 2008
¿Que aprendiste en el 2007?
Sí… creo que soy la única blogger que postea sobre el Año Nuevo el 8 de enero… ¡ja! Anyway… ¡FELIZ AÑO NUEVO a mis queridas bloggettes!
Me tarde en escribir de nuevo porque no sabía bien sobre qué escribir. Para empezar, recibí el año en mi cama por un dolor de garganta perro, superbuena manera de empezar el año, ¿no? Y bueno, después la flojera de esos días y leyendo algunos blogs noté que a todo mundo le entra lo que yo llamo el síndrome Mecano por aquello de la canción ‘Un Año Más’: “Y en el reloj de antaño como de año en año, cinco minutos más para la cuenta atrás, hacemos el balance de lo bueno y malo, cinco minutos antes de la cuenta atrás.”
Hace dos días una amiga me habló para felicitarme por Navidad, Año Nuevo y demás… y por lo general ya tengo mis respuestas superestudiadas a las típicas preguntas de esta época:
Preguntón: ¿Cuáles son tus propósitos de Año Nuevo?
Gaby: “No hacer propósitos de Año Nuevo.”
Preguntón: ¿Cuáles son tus planes para el 2008?
Gaby: “Vivirlo.”
Pero esta amiga me preguntó algo que me dejó pensando, “Gaby, ¿qué aprendiste el año pasado?” WOW… a eso se le llama ser profundo y con mensaje, pero la verdad me dejó pensando mucho y es que siempre podemos aprender un poco de nosotros mismos, por las cosas que vemos, las cosas que oímos, la gente que conocemos, los lugares que visitamos.
Yo por ejemplo, aprendí que soy más aventada de lo que pensaba y mucho más flexible de lo que imaginaba. Mi viaje a Australia significó muchas cosas:
1. Independencia.
Siempre viajo con mi novio, pero por razones del destino a este viaje me fui con un amigo. Yo no soy de aventada como mi amiga Diana que es feliz yendo de viaje ella sola, pero el hecho de irme tan lejos y tener que checar desde los boletos de avión, cuidar mi pasaporte, hasta de irme a explorar Sydney yo sola (con mapa en mano y perderme, ¿por qué no?!) porque mis amigos querían ir a otro lado o estaban ocupados me hizo sentir independiente y que no necesitó andar en bola o que puedo valerme por mí misma.
2. Ser adaptable.
Siempre he dicho que soy una city girl… eso del camping y la excursión nomás no se me da. En este viaje, el amigo con el que nos quedamos ¡no tiene ni horno de microondas! Y como él es muy hippie come-flores nos decidió que fuéramos en un road trip en su van hasta un lugar a ocho horas de Sydney que se llama Byron Bay, hagan de cuenta que es como Playa del Carmen (aunque un poco más grande) pero super cool, relajado y medio hippie lleno de mochileros. Como el viaje era largo nos dijo que íbamos a tener que parar a dormir y acampar… pero bueno, no me quise ver quejiche y empaqué mis trapos y me lancé a la aventura y sí, efectivamente nos quedamos a dormir en un como trailer park, mis amigos se durmieron en una tienda de campaña y a mi me dejaron en la van y ¿sabes qué? ¡Sobreviví!
3. Lo de afuera no es tan importante.
Otra cosa que me preocupaba era mi look. Jajaja, por ejemplo en la época que fui no sé porqué demonios me salieron en la cara todos los barros que nunca me había salido en mi pubertad, así que no salía a la calle ni de mi cuarto hasta que había hecho mi mejor trabajo de camuflaje (después de 10 años en una revista y conociendo maquillistas uno domina este arte). Así que cuando me dijeron que íbamos a Byron en plan “minimalista” casi me da un paro masivo. Creánme que haber dejado en México mi plancha me dolió más que cuando se terminó Sex & The City, pero ni modo, el primer día en Byron, estaba yo muy con look de playa, pero eso sí con mi corrector al full y todo mi kit de peine, espejos, cepillos y demás en la van para tenerlos a la mano ante cualquier eventualidad. Pero, después de que vi que allá todos son de lo más relajado al siguiente día ya me valía y salía de cara lavada sin importarme sin un barro nuevo había invadido mi cara o no. Digo, tampoco hay que llegar al caso de la señorita Spears que no le importa ser la Chimoltrufia Zona 1, pero preocuparse demasiado por el exterior (y pero aún, olvidarse completamente del exterior) tampoco es la opción.
4. Probar cosas nuevas.
Si alguien me hubiera dicho que a los 33 años de edad iba a aprender a surfear, hubiera dicho, ¡ja! Pero como les comenté en la carta editorial de la revista de diciembre, lo intenté, sí hice el ridículo, sí me revolcaron las olas, pero también me divertí como loca. Y sí hacer surf no es nada fácil, pero la verdad no era tan difícil como yo esperaba y después de esto, no creo que nada se me haga difícil, así que mi próximo reto es aprender tocar la harmónica, sí oyeron bien… y si no me creen, pregúntele a mi papá porque él me va a enseñar.
Y bueno, después de este post kilométrico y cargado de positivismo y girl power es tu turno. Me encantaría saber qué aprendiste en el 2007. Puede ser desde aprender un idioma, hasta aprender a perdonar, cuénteme que ¡quiero saberlo todo!
Xoxo
Gabs
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